Quinta Era: El Dragón Azul by Jean Rabe

Quinta Era: El Dragón Azul by Jean Rabe

autor:Jean Rabe
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Fantasía
publicado: 2010-01-04T08:22:09+00:00


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Una reunión peligrosa

Gilthanas quitó el cordón del cuello de su túnica azul índigo, lo usó para recogerse el cabello y se metió los mechones sueltos detrás de sus prominentes orejas de elfo. Luego, sin aflojar el paso, se alisó la túnica y tiró de un par de hilos sueltos. Era una de las prendas que Rig había comprado para él hacía menos de una semana en Gander, donde habían dejado a la mayoría de los refugiados de los Eriales del Septentrión. Afortunadamente, a partir de ese momento el barco había quedado menos atestado.

El marinero había comprado ropas coloridas para todos y había entregado un saquito de monedas de acero a cada pasajero. Gilthanas recordó que la generosidad de Rig había sorprendido gratamente a Feril, aunque esa buena obra no había salvado al marinero de las reprimendas de la kalanesti.

Gilthanas apuró un poco el paso para ablandar sus nuevas botas de cuero. Feril caminaba a su derecha, y ambos se habían rezagado un poco con la intención de conversar. El elfo había llegado a la conclusión de que la kalanesti era una persona temible, y se alegraba de haberle caído bien. Le convenía mantener su amistad con ella. Acarició la empuñadura de su alfanje prestado y advirtió que Feril lo miraba. La elfa tragó saliva y desvió la vista.

–¿No te gustan mis orejas? – bromeó él-. Porque a mí no me molestan las tuyas. Aunque en realidad es imposible verlas debajo de todos esos rizos.

Feril negó con la cabeza. El hombre se refería a que ella era una kalanesti y él un qualinesti, bastante más alto y de piel más clara, un aristócrata comparado con los Elfos Salvajes. En el pasado, las distintas razas de elfos no se llevaban muy bien, aunque bajo la tiranía de los señores supremos habían comenzado a limar sus diferencias. En algunos territorios, los qualinestis, los kalanestis y los silvanestis habían unido sus fuerzas. Una de dichas colonias residía en la costa meridional de Ergoth del Sur.

–¿Tus orejas? – repitió ella con una risita-. No; no es eso. – Hizo una pequeña pausa-. Dhamon tenía el cabello rubio y solía recogérselo igual que tú.

Gilthanas la miró con expresión compasiva.

–En el barco me han hablado mucho de él. Tengo entendido que era un buen hombre, a pesar de que en el pasado formó parte de la Orden de los Caballeros de Takhisis. Parece que estabais muy unidos.

–Eso deseábamos, aunque el destino no nos dio ninguna oportunidad. – Feril respiró hondo y miró al cielo-. De todos modos no habría funcionado. Él era humano.

–¿Y qué tienen de malo los humanos? – preguntó Gilthanas con voz lo bastante alta para que lo oyeran Palin y su hijo, que caminaban varios pasos más adelante.

Los Majere miraron por encima del hombro, y Gilthanas dedicó una sonrisa traviesa a Feril. Ulin frunció el entrecejo y cabeceó.

La kalanesti se ruborizó y sonrió a Palin y a su hijo.

–Los humanos no tienen nada de malo. Me caen bien…, en serio. – Una vez



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